viernes, 30 de julio de 2010

El paisaje del pensar, Macedonio en Misiones

por Ana María Camblog





Macedonio Fernández (Buenos Aires, 1 de junio 1874 - 10 de febrero de 1952) perteneció, cronológicamente, a la generación modernista de Leopoldo Lugones, pero su proyecto artístico original y excéntrico lo convirtió en un faro de las vanguardias rioplatenses y en un fundador de distintos linajes textuales de la literatura latinoamericana. Su proyección intelectual se ha visto acrecentada en la medida en que se ha ido publicando la inmensa cantidad de textos que quedaron inéditos. Se han publicado, hasta el momento, nueve tomos, en el marco de las Obras Completas editadas por Corregidor. El inteligente y arduo trabajo de ordenamiento, desciframiento de manuscritos y salvataje de documentos estuvo a cargo de su hijo Adolfo de Obieta, quien tuvo la sagacidad y la vocación de rescatar este legado tan valioso para el patrimonio de la Humanidad.

El tardío conocimiento de su silencioso trabajo ha contribuido a la configuración de una imagen ya legendaria y entrañable en la tradición de nuestras letras: Macedonio el gran conversador y agudo humorista. Los testimonios de quienes compartieron su mesa de café, la tertulia literaria o su pieza de pension, todos conspicuos escritores, músicos, intelectuales, etcétera, dieron convergentes versiones de su diálogo inteligente, creativo, estimulante y de brillante humor. Dice su íntimo amigo, Raúl Scalabrini Ortiz:

"Es suave y cauto para hablar. No prodiga sus palabras. Escucha en silencio, pero si su interlocutor se desvía del recto camino, Macedonio le orienta con interrogaciones socráticas, articuladas negligentemente. Destruye las vehemencias sin atacarlas, oponiéndoles un concesivo ¿le parece? que es una invitación a reflexionar."

La maestría de su conversación, exenta de énfasis y plena de sugestión pensadora gestó y alimentó un "aura socrática" que, aún hoy, se mantiene incólume. También la insistente mención de Macedonio por parte del joven Borges (quien lo descubrió a su llegada de Europa en 1921), como su mentor, contribuyen a la construcción de este personaje tan singular. En la correspondencia personal, Borges documenta su pasión por aprender de la sabia conversación de este hombre excepcional, cuando le anuncia:

"La semana que viene, pienso descolgarme por Morón (donde Macedonio vivía solitario en una quinta prestada) y ubicar allí una noche conversadora, una de esas noches bien conversadas que parece van a inaugurar mucha claridad en la vida de uno."

En tanto que en reportajes de la vejez, sigue aduciendo Borges:

"... Yo no soy un pensador. He pasado toda la vida tratando de pensar, pero no sé si he llegado. Macedonío comentaba que él no había pensado. ‘Lo que yo pienso me dijo una vez William James y Schopenhauer lo han pensado ya por mí’. Era un hombre naturalmente generoso, que todo lo que él pensaba se lo atribuía a su interlocutor. El nunca decía ‘yo pienso tal o cual cosa’, sino ‘vos, che, habrás observado, sin duda...’ ¡Y uno no había observado absolutamente nada! Pero a Macedonio le parecía más cortés. En fin... él seguía su línea de pensamiento y la realidad no le importaba."

Su excelencia estaba en el diálogo, y tal vez por eso pueda asociárselo a genios que no escribieron nunca, como Sócrates o Pitágoras, o aún como Buda o Cristo. Lo primordial era su compañía.

Así, podríamos seguir aportando un sinnúmero de testimonios que relatan el carisma magnético de su personalidad y su charla. Este personaje implacablemente lúcido, según esta versión, de vez en cuando escribía, pero no le interesaba en absoluto publicar.

Sin desautorizar este perfil, ni considerarlo falaz, se descubre después de su muerte, el trabajo de un hombre que se mantuvo en actividad intelectual con una práctica que él mismo denominó: el pensarescribiendo. Su escritura incesante materializó en ensayos, en novelas, en poemas y en una producción fragmentaria inclasificable, los derroteros de su original pensamiento. Se levantó de su mesa de trabajo y se retiró a la muerte, a descansar un rato, dejando todo como estaba; es decir: en el caoscosmos habitual de su dinámica anárquica de creación. El archivo de Macedonio atesora documentos de toda índole. Su fárrago apabullante desafía cualquier orden y despista cualquier investigación; su multifacética inventiva despliega la genialidad humana en su máximo esplendor; sus prodigiosos hallazgos del pensarescribiendo logran construir un mundo extraño, imaginativo y fantástico.

No intento en esta breve noticia dar cuenta de la enormidad de este archivo, sino simplemente tomar algunas muestras, con el fin de compartir con los lectores, ciertas curiosidades vinculadas con nuestra región. En efecto, Macedonio no sólo vivió en Posadas, sino que además, el recuerdo de su paisaje pasó a formar parte de sus construcciones místicas y míticas del pensarescribiendo.

La maestría de su conversación, exenta de énfasis y plena de sugestión pensadora gestó y alimentó el "aura socrática" de Macedonio.


El paisaje del pensar

Macedonio Fernandez. Documental producido por la Secretaría de Cultura de la Nación. Dirigido por Andrés di Tella. Ricardo Piglia, guionista y actor, nos guía por el Buenos Aires de Macedonio Fernández. El resultado es una inolvidable investigación sobre la topografía urbana y el recuerdo, dos de las materias con que se nutre la literatura.

En primer término habría que mencionar la excursión al Paraguay, en 1897, con la intención de fundar una colonia socialista. Macedonio había defendido su tesis doctoral "Sobre las Personas" y, en julio de ese año, después de recibir su diploma, parte en compañía de sus amigos Arturo Múscan, Julio Molína y Vedia (en cuya propiedad se iba a instalar el emprendimiento) y otros. También Jorge Borges (padre de Jorge Luis) era de la partida, pero luego desistió. Esta aventura temprana, fallida por la imposibilidad de los protagonistas de soportar la dureza del clima y el terreno, queda grabada en el imaginario macedoniano con una impronta idealizada y utópica. Véase lo que le dice al paraguayo Natalicio González (quien preparó la primera edición completa de su poesía), en 1951, un año antes de su muerte:

"...El grito animador suyo me llegó asoleado como su dulce Paraguay que he conocido mucho hasta el norte y recorrí en mi más grande crisis de los 22 años, cuado yo era anarquista spenceriano."

Este lejano territorio, con su carácter exótico pasa a constituir un lugar imaginario, al que sus textos vuelven recurrentes, en tanto paisaje exuberante y edénico. Dice el protagonista en la ficción novelesca de Adriana Buenos Aires:

"Debería huir, quizá lo pueda en breve, no tengo otro camino, a los bosques del Amazonas, del Alto Paraná, a esos escenarios de una violenta Naturaleza, a esa Naturaleza en himno, desbordada locura del ser que exhibiéndome, obsesionándome, robándome para sí toda mi facultad de mirar, toda mi fuerza de interés, rehiciera mi sentido de la vida, me trasfundiera vida."

Este texto, datado en 1922, bosqueja ese refugio que el hombre atormentado busca para recobrar el sentido de la vida. Pero además, esta geografía se constituirá en el escenario predilecto del pensador, de acuerdo con la descripción que hace en uno de sus ensayos, de 1908:

"Si distante de los hombres en una ribera remota y salvaje me imagino a un hombre tendido desnudo, cara arriba, en plena siesta contemplando entregado el desenvolvimiento real, concibo bien que en una intensa absorción desaparezcan todas las ubicaciones: sus propios estados y los exteriores."

Para el tema que se está tratando aquí, corresponde indicar sintéticamente lo siguiente: 1) la escenografía posee los mismos componentes que se describen en la novela; 2) la incorporación del hombre despojado de todo aditamento sociocultural, en contacto directo con la tierra, de cara al cielo; 3) la hora de la contemplación es la siesta. La escena idealizada de los textos, se ve ratificada por el testimonio de Borges:

"Era como si Adán, el primer hombre, pensara y resolviera en el Paraíso los problemas fundamentales. Cansinos era la suma del tiempo y Macedonio, la joven eternidad La erudición le parecía una cosa vana, un modo aparatoso de no pensar. En un traspatio de la calle Sarandí, nos dijo una tarde que si él pudiera ir al campo y tenderse al mediodía en la tierra y cerrar los ojos y comprender, distrayéndose de las circunstancias que nos distraen, podría resolver inmediatamente el enigma del universo. No sé sí esa felicidad le fue deparada, pero sin duda la entrevió."

El clima adánico condice con la exigencia que Macedonio solicita al pensamiento: pensar por sí mismo el enigma del universo, lograr con esfuerzo personal el estado místico de contemplanción y de suprema intelección. Ahora bien, la potencia del pensamiento macedoniano no consiste en describir la naturaleza o el mundo (tarea que delega en la Ciencia), sino que se aboca a la creación de mundos fantásticos. La Metafísica, para Macedonio, es una rama de la Literatura fantástica, fórmula que Borges adopta e incorpora a sus textos. En la hora de la Siesta se produce el Misterio del Pensamiento en su entera lucidez y en pleno ejercicio de la TodoPosibilidad de la imaginación y la inventiva. En esta extraña hora, sin prestigios intelectuales, Macedonio ubica el centro de su potencia inteligente. Muchos años más tarde, en 1940, le dedica a la Siesta un extenso y hermético poema titulado: Poema de trabajos de estudios de las estéticas de la siesta. La complejidad compositiva de este texto construye una metáfora del trabajo intelectual, de las condiciones del Estado Místico y de la Pasión en su alucinante captación de la Certeza. La imaginación enhiesta en convergencia con la luz vertical producen una hendidura cósmica capaz de anular el espacio, fulminar el tiempo, provocar un vacío y a la vez un tiempoespacio en el que todo es posible. La hora de la Siesta adquiere un estatuto metafísico y poético.

La imaginación enhiesta en convergencia con la luz vertical producen una hendidura cósmica, capaz de anular el espacio, fulminar el tiempo.

La siesta misionera

Si bien no puedo desarrollar la riqueza y la extraña simbología que alcanza la Siesta en el universo macedoniano, creo que sería interesante mencionar un texto, titulado Episodio. Se trata de un manuscrito que no tiene fecha, que no pertenece a ninguna de las obras o series de documentos. Solitario el pliego enigmático, de prolija caligrafía (detalle poco común en los manuscritos de Macedonio), queda suspendido en la fluidez del tiempo infinito.

Mucho se podría decir de esta joya tomada de la evocación lírica del poeta, pero me conformo con enumerar algunos aspectos orientados hacia la concepción integral de su obra. El alma ligeramente fantaseadora indica un estado de la imaginación puesta en disponibilidad, en tanto que, como quien a un tiempo levemente piensa y vive, especifica una particularidad que marcó profundamente la vida de Macedonio: pensar/vivir fueron una sola y única experiencia. La especificación del lugar, Posadas, junto a las aguas del Paraná, son datos precisos que permiten conjeturar la fecha aproximada del episodio narrado, no la escritura del texto. Se dice, además, que esto ocurrió cuando veinte años hacía que nuestra familia había asistido a su muerte. Espacio y tiempo cruzan sus coordenadas: se sabe que Macedonio fue Fiscal del Juzgado Federal, y aunque no se conoce la fecha exacta de su llegada, sí se tiene su firma en el Acta fundadora de la Biblioteca Pública Domingo Faustino Sarmiento, el 2 de julio de 1910, en su calidad de Presidente de la Comisión Directiva. Por otra parte, la muerte de su padre ocurrida en 1891, nos remite al año 1911, o tal vez comienzos del 12. Efectivamente, Macedonio todavía estaba en Posadas, como lo atestiguan tres expedientes encontrados en el Archivo del Juzgado, con su firma, dos de 1 912 y uno de 1913 (hallazgos que agradezco al bibliotecario Ricardo Cáceres, quien colaboró con esta búsqueda desinteresadamente). Pero seamos claros, la comprobación de datos biográficos, en nada modifican la autonomía fantástica y poética del texto.

La escena del "aparecido" en plena reverberación meridiana: eran las dos de la tarde de un día cálido en el claro misterio de la siesta, convoca la atmósfera fantasmal y mágica que admite la todoposibilidad de la imaginación, impulsada por los Afectos, la Emotividad y la Pasión. El espectro paterno, no se presenta en la bruma nocturna (¿otro Hamlet?), sino a plena luz del día. El aserto contradictorio del poeta enceguecido y visionario, no se arredra ante la evidencia de lo paradójico: Nada más cierto para mí que su muerte; nada más cierto que estaba frente a mí, que me abrazaba y besaba y empezó prontamente a hablarme. El discurso macedoniano no responde a las leyes de la lógica, su saber abreva en los descubrimientos intempestivos de la Pasión. Las paradojas en este universo discursivo encarnan la Pasión de pensar.

El escritor, ateo vitalicio, presenta a su padre como el dios humano de su pasado, esto es así, porque la mirada del pensamientoniño encuentra en sus progenitores la figuras divinas de su Afecto y de su Pasión. En 1929, escribe un poema dedicado a su madre, titulado: Dios visto, mi madre. La memoria omnipotente quiebra el devenir del tiempo y sostiene los dioses de la infancia en una eternidad absoluta. La eternidad macedoniana no consiste en una duración interminable, sino en un instante de amor total, de Almismo Ayoico o de Altruismo, que se vuelve eterno. El Episodio de la aparición del Padre a la Siesta queda plasmado en un perpetuo presente, en un instante eterno. Se trata del Amor constante más allá de la Muerte (Quevedo) que rige la lírica barroca y conceptista de Macedonio.

La errancia del alma en pena, un vagar real pero no terrenal, no se vincula a un dogma religioso, sino al estatuto metafísico de la teoría que denominó Idealismo Absoluto. Esta posición extrema en el campo filosófico niega la Muerte del espíritu.

Con una indiferencia, y una dulzura más convincentes que el fervor, la voz de.Macedonio Fernández repetía que el alma es inmortal. Me aseguraba que la muerte del cuerpo es del todo insignificante y que morirse tiene que ser el hecho más nulo que puede sucederle al hombre.

En rigor de verdad, el hecho más nulo que le sucedió a Macedonio fue morirse, dado que su doctrina quedó ratificada: su voz y su pensarescribiendo siguen dialogando con todos aquellos que lo conocen y disfrutan la grandeza de su imaginario.



NOTAS

SCALABRINI ORTIZ, R., "Macedonio Fernández, nuestro primer metafísico", en Nosotros, Bs.As., a XXII, N°228, mayo/1928, p.239.
Obras completas, de M. Fernández, Bs.As. Corregidor, 1976, Tomo II, p.260.
"Sweden/Borges", entrevista de Jorge Dotti, en ESPACIOS de crítica y producción, Facultad de Filosofía y Letras, UBA, Bs.As., N°6, oct.nov/1987, pp.3435.
Reportaje de Tomás Eloy Martínez en La Opinión, Bs.As., 23 de junio ,1974.
Obras Completas, 1976; T.II, p.72.
Obras Completas, 1974, T.V, p.21.
Obras completas, 1990; T.VIII, p.59.
BORGES, Jorge Luis, Macedonio Fernández, Eds. Culturales Argentinas, 1961, pp.1011.
BORGES, J.L., Obras Completas, Bs.As., Emecé, 1974, p.784


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