viernes, 6 de mayo de 2011

Julio Cortázar: Veinticinco años

por Ávaro Cuadra




Recordar a Julio Cortázar, ese inolvidable “cronopio”, es evocar rincones mágicos de París al ritmo sincopado de alguna pieza de jazz, entre gatos y plenilunio. Es así, su escritura nos trae al presente la atmósfera lúdica y fascinante de “Rayuela”, su gran novela escrita en clave poética como un sendero que va de la “tierra” al “cielo”. No obstante, hay también un Cortázar sutil, fino y meticuloso capaz de construir relatos de una perfección rara vez alcanzada en lengua castellana.

La riqueza de la escritura cortazariana se despliega en varias novelas, en decenas de cuentos y en una serie de ensayos “sui generis”. En cada uno de los “géneros” que abordó se advierte una mirada otra, una poética singular que se emparenta con el surrealismo, la “patafísica” y, en el caso concreto de los cuentos, con la mejor tradición que inaugura Edgar A. Poe.

Como en todo gran escritor hay, de manera inevitable, un residuo de misterio No nos engañemos, detrás de su prosa ligera y juguetona late agazapado lo inefable; la sospecha de un orden que desconocemos y que está mucho más allá de la lógica aristotélica u otras elucubraciones al uso. Julio Cortázar aclimata en el mundo hispano muchos de los hallazgos de las vanguardias europeas, subvirtiendo los cánones espaciotemporales y narrativos. Es interesante advertir, por ejemplo, cómo la disposición fragmentaria de algunas de sus novelas prefigura el “hipertexto” y los actuales “blogs”.

Julio Cortázar se inscribe, como se ha señalado, en la genealogía de Baudelaire, Poe, Breton, Woolf, pero también en la línea de Walter Benjamin, todos creadores de la modernidad estética que ha engendrado la cultura contemporánea. Asimismo, no hay que hurgar mucho en sus escritos para descubrir a un artista comprometido con su tiempo. Cortázar fue uno de los grandes de América Latina, tanto por su porte poético como por su estatura moral.

Después de veinticinco años de un mundo neoliberal e hipermoderno, es difícil encontrar personajes en que el reclamo político y moral sea constitutivo de su visión artística de modo tan nítido como en Cortázar. Todo su quehacer literario encuentra su sentido pleno como emancipación social y política en diversas partes del mundo y América Latina. Un luchador incansable por la dignidad humana, contra las dictaduras del Cono Sur en los ochenta, un escritor solidario con las causas en América Central, especialmente, Nicaragua. En la actualidad, su figura se agiganta como la de un hombre íntegro, capaz de decir las cosas por su nombre cada vez que fue necesario.

Tan argentino como francés, Julio Cortázar es hoy tan actual como hace veinticinco años. Esto es así porque en los mundos “fantásticos”, a falta de mejor nombre, a los que Cortázar estaba tan habituado, el tiempo es siempre un presente. La mayor parte de su obra sigue a la espera de aquellos lectores-cómplice, nuevas generaciones, capaces de sumergirse en la magia subitánea del instante, en aquel destello poético que nos hace presentir “figuras” allí donde nada parece, abrir la ventana y ver aquel lugar donde pasta el unicornio.


Álvaro Cuadra es Doctor en Semiología y Lenguas, Universidad de La Sorbona
en Argenpress Cultural

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